Esta semana he considerado interesante subir un artículo que escribí recientemente para la Revista ATENEA Digital acerca de los tuaregs. Si alguien no sabe quienes son, es su ocasión.
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Los tuaregs
son un pueblo sin Estado de alrededor de 1,5 millones repartidos entre
Malí, Níger, Argelia, Libia y Burkina Faso. Llamados los "hombres
azules" del desierto, éstos son asiduos protagonistas de rebeliones en
la región. Si ya se levantaron en armas contra el gobierno colonial
francés, las independencias africanas tampoco colmaron todas sus
expectativas. La pobreza, la escasez de agua y la sensación de haber
sido abandonados a su suerte han fomentado, desde siempre, su malestar.
Su lucha contra estas injusticias y su forma de vida nómada y libre los
ha convertido en un icono romántico para muchos occidentales. Estas
rebeliones podrían tener, al final, escaso éxito pero nunca han carecido
de simpatías internacionales. Un ejemplo de ello es que, el Movimiento
Nacionalista para la Liberación del Azawad (MNLA), grupo fundado en 2011
y que persigue oficialmente el establecimiento de una república laica
independiente en el norte de Malí, mantenía hasta hace poco cordiales
relaciones no oficiales con distintos gobiernos europeos.
Con
un panorama complicado en el Sahel (la inestabilidad en Libia y otros
estados, secuestros de occidentales, tráfico de drogas, la presencia de
Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI),.), existía la necesidad de
"tranquilizar e integrar" a los "hombres azules". Sin embargo, como en
otras ocasiones, los rígidos preceptos de la geopolítica occidental
fallaron en África.
Un cóctel explosivo
Una
serie de factores se dieron en el norte de Malí para que hoy en día sea
foco de preocupación internacional. Junto al ya mencionado MNLA
aparecieron en escena el grupo salafista Ansar al Din, cuyo objetivo es
instaurar la ley islámica en todo el país, y el misterioso Movimiento
para la Unidad del Yihad en África Occidental (MUYAO), un pequeño grupo
escindido de AQMI y que mantiene secuestrados a una italiana y a los
españoles Ainhoa Fernández y Enric Gonyalons. Además, la caída de Gadafi
propició la llegada de armas y equipamiento provenientes de sus
arsenales y de cientos de combatientes tuaregs que hasta ese momento
habían estado al servicio del sátrapa libio. Así, los ingredientes del
cóctel estaban preparados. Sólo hacía falta combinarlos.
La gran ofensiva tuareg
El
pasado mes de enero, las diferencias entre el MNLA y Ansar al Din
parecieron quedar atrás cuando decidieron unir fuerzas contra el Estado
de Malí e iniciar una ofensiva armada. Las fuerzas gubernamentales, mal
equipadas y peor entrenadas, fueron incapaces de frenar a los rebeldes.
El ambiente en la calle y en los cuarteles se comenzó a caldear mientras
se acusaba al presidente Touré de no haber hecho lo suficiente para
frenar a los tuareg. Finalmente, el 22 de marzo un golpe de estado
derrocó al presidente.
La
condena internacional no tardó en llegar desde el Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas. Además, la Comunidad Económica de Estados de
África Occidental (CEDEAO) exigió la vuelta al orden constitucional e
impuso un embargo draconiano contra Malí. A este aislamiento diplomático
de los golpistas, se sumaron los éxitos tuaregs al conquistar las
principales ciudades del norte. Así, el pasado 26 de mayo, tras intensas
discusiones, los dos principales grupos tuaregs estaban en condiciones
de proclamar la independencia del Estado Islámico del Azawad acordando
repartirse el poder. Los tuaregs por fin parecían tener su Estado. Sin
embargo, esta presunta consumación del objetivo último del pueblo
tuareg, puede convertirse en el fin de su sueño.
¿El fin del sueño tuareg?
La
visión romántica del movimiento tuareg se ha visto distorsionada en las
últimas fechas por la presencia de elementos afines a Al Qaeda dentro
de la rebelión y la simpatía se ha convertido en recelo. Tanto el MNLA
como Ansar al Din han negado estas informaciones conscientes de que,
llegado el momento, van a necesitar del apoyo exterior para solucionar
el conflicto. Los islamistas se han convertido en una pesada carga para
el MNLA. Sólo cinco días después de proclamar la independencia del
Azawad, el MNLA se retiró del acuerdo de gobierno para apoyar la
formación de un estado secular y laico. El 17 de junio la ruptura
pareció definitiva cuando el líder de Ansar al Din, Ag Ghali, rechazó la
declaración de independencia al argumentar que su objetivo era
proclamar la ley islámica en todo Malí. Desde entonces, el MNLA ha
tenido diversos enfrentamientos, especialmente con la MUYAO, como el
ocurrido el pasado 27 de Junio en la ciudad norteña de Gao y que costó
la vida a 20 personas. El último episodio de este creciente caos que
parece vivirse en la región es la destrucción de diversos monumentos
históricos en la ciudad de Tombuctú por parte de Ansar al Dine y que les
ha supuesto la condena internacional.
Sin respuesta de momento
La
presión de la CEDEAO ha obligado a los golpistas a abandonar el poder
pero el nuevo gobierno sigue afrontando una delicada situación interna.
Los países africanos continúan de cumbre en cumbre mientras que la
propuesta de enviar una fuerza africana a Malí, se encuentra paralizada
debido a la complejidad de alcanzar objetivos tangibles y a problemas
logísticos y económicos. Ante estos hechos, la propia Unión Africana ya
ha solicitado al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que se
encargue del asunto.
Las potencias occidentales observan con
preocupación la evolución de los acontecimientos. Ya se ha calificado el
norte de Malí como "una plataforma para la expansión del terrorismo" o
como la "nueva Somalia". Sin embargo, se teme intervenir en la región
cuando aún nos estamos lamiendo las heridas de Libia. Desde Occidente se
apuesta una vez más por una solución africana que, bajo el paraguas de
las Naciones Unidas, cuente con nuestro apoyo logístico. Sin embargo,
ésta, como todo en África, puede tardar en llegar. Mientras tanto, desde
las cancillerías europeas aún se alberga la lejana esperanza de que, el
MNLA, pese al momento de debilidad que vive frente al auge de otros
grupos, pueda retomar el control de la situación, doblegar a los
salafistas y no poner fin al sueño tuareg.